Juanito, un niño de 14 años, cursa su primer año de Música de Cámara
(especialidad Violín) en el Conservatorio. Es un niño jovial y sus resultados
académicos no difieren de los de otros compañeros de su curso. Ha terminado el
primer trimestre y cuando le entregan las notas observa que no ha aprobado la
asignatura de Música de Cámara, sin saber la razón del suspenso, y su compañera del dúo ha obtenido una calificación satisfactoria. Cuando Juanito llega a casa
su madre le espera con el ansiado bocadillo de mortadela que tanto le gusta. Sin embargo, Juanito
da un beso a su madre y se encierra en su habitación… Su madre no entiende nada, por lo que, le llama a la puerta varias veces pero Juanito no contesta. Entonces ella decide entrar y se encuentra a Juanito tirado encima de la cama con la mirada perdida hacia el techo. Le pregunta el por qué de ese comportamiento y Juanito le lanza de malos modales el boletín de notas del conservatorio. La madre resoplando lo recoge del suelo y ve el suspenso, le pregunta si se puede saber por qué no ha aprobado la asignatura si parecía que se sabía la obra cuando la practicaba en casa. Juanito se encoje de hombros y le dice que su compañera encima tiene un 9. Juanito se marcha a la cocina a por su bocadillo pero le cuesta comerlo porque tiene un nudo en la garganta que no le deja tragar. Tras lo sucedido, la madre le pide que hable con su profesor para saber el por qué del suspenso y, además, ella irá a hablar con él durante la próxima tutoría. A la semana siguiente, Juanito ve varias veces a su profesor por el conservatorio pero no se atreve a preguntarle. Finalmente, hace caso de su madre y habla con él. Este, le comenta que la obra no estaba lo suficientemente preparada y que sonaba muy ramplona. Además, le dijo que no aportaba ningún tipo de idea en la agrupación a pesar de haberle avisado durante varias clases de que su comportamiento era completamente pasivo. Sin embargo, le explicó que su compañera de cámara (pianista) había aprobado porque su actitud era mucho más activa: le daba todas las entradas, sugería matices, articulaciones, rubatos... pero él simplemente se acomodaba a seguirla sin aportar nada por su parte. El profesor intentó explicarle a Juanito, una vez más, que hacer música de cámara era cosa de todo el grupo. En este caso, ambos debían tener iniciativas, proponer cosas ya estén bien o mal, pero que trabajar en conjunto era lo más importante. Juanito le contesta a su profesor que como le ha tocado una compañera que siempre ha tocado tan bien el piano, que se sentía inferior a ella y por eso simplemente intentaba seguirla sin entorpercerla demasiado. El profesor tarda unos segundos en continuar con la conversación porque ahora entiende la actitud de Juanito. Tras unos instantes de silencio, insiste en concienciar a su alumno que es un trabajo de equipo donde todos los integrantes tienen el mismo derecho a opinar y todas las opiniones son igual de válidas y respetables, por lo que se ha de llegar a un acuerdo musical conjunto a la hora de interpretar una pieza. Juanito queda totalmente sorprendido ante las palabras de su profesor, pero se siente mejor y con muchas ganas de darse a valer. Por otro lado, el profesor reflexiona y se da cuenta de que tiene que incidir más en la comunicación para que ésta mejore dentro del aula. Ha de dar conciencia a sus alumnos sobre la escucha activa, la empatía y llegar a acuerdos de forma democrática. Juanito sale del despacho de su profesor con una sonrisa calmada.
Análisis de los acontecimientos desde el punto de vista de la inteligencia emocional; ¿cómo se sienten los protagonistas en cada momento?
A lo largo de la historia Juanito experimenta diferentes emociones: En un primer momento, se siente avergonzado y frustrado porque no ha aprobado la asignatura de Cámara y su compañera tiene muy buena nota. Esto le genera ciertas inseguridades que desembocan en rabia al lanzarle el boletín a su madre, tristeza de tener un suspenso, complejo de que su compañera tiene un 9, y miedo al temer preguntarle a su profesor. Tras hablar con el profesor, Juanito le confiesa su complejo de inferioridad y de ahí su actitud pasiva. Además, está asombrado porque hasta ahora no había entendido con tanta claridad en lo que consistía una buena comunicación como la escucha activa, la empatía o el diálogo. Al final de la conversación Juanito se siente motivado de cumplir con su parte del papel, a la vez que aliviado y con la suficiente confianza en sí mismo como para dar a valer su opinión. Y es que, como bien dice el refrán "no hay mal que por bien no venga".
Por otro lado, el profesor al principio está sorprendido ya que no entiende por qué Juanito le está pidiendo explicaciones sobre su nota. Tras la confesión de Juanito, el profesor reflexiona interiormente y se da cuenta de que tiene que cambiar el sistema de liderazgo en sus clases llevándolo a un terreno afiliativo, donde se compartan más abiertamente las emociones.
Como solución, el profesor a partir de ahora propone al grupo que rellenen unas fichas que les pueden ayudar a gestionar su trabajo en grupo durante los ensayos. Se trata del organigrama de tareas basado en la propuesta de Gil y otros (1999):